El otro día, me preguntaba un colega, si después de tantos años escuchando los mismos géneros y subgéneros musicales, mi capacidad de sorpresa no se veía mermada. Le contesté que por supuesto que sí, pero que la pasión y sentimientos que despiertan en mí esos estilos, permanecen intactos. Y es que llega un punto, cuando has escuchado tantos géneros diferentes, que no vale la pena forzar y desde luego - para el que esto escribe - esto no es una competición por ver quién es más abierto musicalmente.

Aquí se trata, nada más y nada menos, de disfrutar, de sonreír con una canción, de llorar emocionado o de bailar como un maldito. La música, como goce. No hay más. Después de probar el bacalao varias veces – por muy estimado que este sea –, de conducir un Lamborghini o de darle varias oportunidades al gran estreno cinematográfico del año, si algo no entra, no entra y vuelves a lo que te conmueve.

Uno de esos discos que me acompañan cuando salgo de jarana los fines de semana, es esta segunda obra discográfica que publicaron en el año 2008, los angelinos Prima Donna y que responde al título de “After Hours”. Mientras me cambio y acicalo, suena a todo trapo este compendio de canciones que se mueven entre el rock,n,roll y el punk-rock. Llamarlo glam-rock, si queréis.

Salimos a la carretera, destino Athens (Georgia). Allí nos esperan The Pink Stones, un sexteto que este año 2023 publicaron uno de esos discos esenciales para escuchar en los grandes espacios abiertos o en algún honky-tonk de vía secundaria en el que paremos para echar unos tragos y recordar algún enganche amoroso.

Con una producción que resucita el sonido Tulsa que eclosionó durante la primera mitad de los años 70s – con esas cadencias tan hipnóticas y sensuales – nos encontramos con un trabajo que puede compararse al que grabaron bandas de la época dorada del country-rock como New Riders Of The Purple Sage, Pure Prairie League o Commander Cody & His Lost Planet Airmen entre otras.

Las veces que discutí con colegas intentando demostrarles que el extinto dúo Pereza tenían una base de rock,n,roll, ya ni las recuerdo. Independientemente de una producción comercial acorde a los tiempos y un sonido “blando”, sus técnicas y estructuras – que aprendieron tocando en garitos desde cero, pues no han sido nunca estos unos músicos prefabricados en estudio – bebían de la escala pentatónica de blues y de los riffs que The Rolling Stones y Marc Bolan & T Rex desplegaban en sus discos.

En la segunda mitad de los años 80s y cuando La Movida madrileña declinaba, en el barrio de Malasaña, comenzaba a gestarse un movimiento que apostaba por subgéneros de influjo 60s como el rhythm,n,blues, el beat y estilos del rock más combativos como el punk-rock o el garage-rock que ya a principios de los 80s, en buena parte de Europa y en Estados Unidos, habían conocido un “revival”.

De ese ambiente, surgieron Los Potros, este quinteto que pasó a ser trío y que con el devenir de los años pasó del más absoluto anonimato a ser reivindicado entre los entendidos de los circuitos más subterráneos.

Hoy nos detenemos en el estreno en solitario, del que fuera guitarrista, compositor y vocalista del grupo inglés, The Dogs D'Amour. Hablamos de Tyla J. Pallas, que en esta ocasión se aparta de la actitud e interpretación glam-rock de su banda madre y se escora más hacia el clasicismo folk, blues y rock que vacas sagradas como Dylan y Neil Young desarrollaron durante los años 70s. No debemos olvidarnos tampoco de la influencia que despierta en nuestro hombre, el buen hacer de otros obreros y románticos del rock, como son Keith Richards o Nikki Sudden en los siempre reivindicables Jacobites.

 En el año 1994, el grupo mallorquín La Granja, publicaba su disco más popular hasta la fecha. Hablamos del “Medicina Natural”, editado por el sello 3 Cipreses. Un trabajo en el que se encontraban dos himnos que en aquel año se radiaron en una reconocida radio-fórmula - que por aquel entonces aun apostaba por el rock,n,roll en su parrilla de éxitos - como es el caso de “Y Si Al Menos” o la pieza acústica que le da título a esta obra.

Realmente ya habían dejado el listón muy alto con sus cuatro referencias discográficas anteriores, en donde defendían la eterna juventud y en muchos casos el verano como telón de fondo. Canciones refrescantes y contagiosas en donde convivían las melodías más azucaradas del pop, con la electricidad del rock y la visceralidad del punk. Otro de esos grupos para escuchar en verano y que personalmente me acompañan todos los años por estas fechas.

El 23 de febrero de 2023 se lanzó, a través de Xtreem Music, el primer disco de Coffinborn, trío húngaro de death metal, originarios de la población de Szeged. El presente álbum se grabó en 2012, pero, por razones logísticas, no salió hasta la fecha señalada; antes nos deleitaron con un EP en 2014, titulado “Beneath the cemetery”
 
El disco en cuestión suena a death clásico por todos los costados, con influencias de bandas míticas como Death, Massacre, Asphyx o Grave. Es un disco dinámico, con partes rápidas, la mayoría sin blast, aunque también incluye momentos pesados y machacones. Las guitarras nos deleitan con riffs poderosos y repetitivos en ocasiones y buenos punteos. La voz da carácter al disco, sonando oscura y cavernosa en bastantes partes y más clara en otras, pero siempre inteligible. La batería y el bajo también cumplen a la perfección, siempre presentes.