He visto la Sala Capitol llena hasta decir maldita lata de sardinas… unas cuántas decenas de veces pero, lo que hacía tiempo que no veía era una sala de conciertos llena de fieles que, cual partisanos, crean la magia de convertir una media entrada en un estábamos todos.
Sábado 24 de mayo, los madrileños Saratoga se presentaban en Compostela inmersos en una gira por salas en la que, además de rescatar canciones poco habituales en directo, la idea era poner en valor dos de sus discos más relevantes: El clan de la lucha (2004) y Tierra de lobos (2005).
Como sois listos, habréis deducido por qué se llama, entonces, la gira, El clan de los lobos.
Fin de semana para salir al escenario con la incertidumbre en el bolsillo. Y es que el hecho de que, la popular página de entradas Wegow, se declarase el miércoles en concurso de acreedores, obligó, a un buen porrón de artistas, a salir a tocar con la, más que probable, previsión de perder dinero. Por eso Saratoga dio las gracias, nada más comenzar, al público, por estar ahí apoyando la música en directo haciendo hincapié en un oficio que no siempre es sinónimo de beneficio, cosas de la carretera.
Los madrileños, en las casi 2 horas que duró su actuación, libre de teloneros, dejaron una intensa huella, de trabajo bien hecho, en los cientos de fans que se acercaron a la Sala Capitol para arropar a la banda.
Sus devotos seguidores, en un alarde de amplio conocimiento de la discografía, cantaron todas y cada una de las canciones llevando en volandas a una formación que se creció, irreversiblemente, con el paso de los minutos. Un público de diez que aparcó la conversación en la entrada para dar paso a una entrega incondicional digna de ejemplo de cómo vivir un concierto. Una reliquia para cualquier artista que es merecedor del más grande de todos los elogios.
Saratoga es un conjunto que se remonta a la época de las olimpiadas de Barcelona, el año 1992, cuando sus dos fundadores, Niko Del Hierro y Jerónimo Ramiro, deciden abandonar sus respectivas formaciones, Barón Rojo y Ñu, respectivamente, para dar vida a este longevo proyecto.
Desde ese día, han pasado 13 álbumes de estudio, y 6 en directo, y más de una docena de músicos que han dado vida, a todas esas canciones, en la incontable lista de conciertos que se han sucedido. Nombres como Fortu Sánchez, Leo Jiménez, Toni Hernando o Andy C. han pasado por esta banda.
Al frente de este buque que pasó por Santiago tenemos a su cantante Tete Novoa. Un frontman que entró en Saratoga en 2006 para sustituir a su profesor, Leo Jiménez, y que se ha consolidado ganándose, a pulso, su puesto con cada actuación. Tete tiene las tablas de quien conecta con el público fácilmente y de quien mantiene vivo ese contacto estrecho durante todo el concierto. Vocalmente no tiene el más mínimo problema para sacar adelante el repertorio de la banda.
Los padres fundadores se encargan de escoltarlo hasta la muerte. Niko Del Hierro se ocupa del bajo, es el único miembro que ha permanecido en el grupo toda su historia. Cuando lo ves tocar, entiendes perfectamente, salvando las distancias, por qué Billy Sheehan es uno de los motivos que le llevó a colgarse un bajo. Pero, sobre todo, su gran virtud es moverse como pez en el agua sobre el escenario buscando transmitir al público la fuerza que tiene cada tema.
En la guitarra, el otro progenitor de la creación, Jero Ramiro, otro veterano que sale a escena con la difícil tarea de ser el único guitarrista de la formación y hacerlo con una Strato rindiendo homenaje a uno de sus discos favoritos, el Made in Japan, donde este modelo era todo un icono del señor Blackmore. Jero sigue sintiendo cada nota que toca y, eso, simplemente eso, ya es decir mucho de un músico.
Completa el cuarteto un joven Arnau Martí, con la difícil tarea de sustituir a Jorge “El Estepario” quien ha elegido vivir de Youtube, en detrimento de continuar con Saratoga. Arnau, alias Voor, viene de la escena del metal extremo (Noctem y Rebel Souls) y, aunque todavía no se sale del guion establecido, en su solo de batería demostró, con creces, que sus dotes son indiscutibles.
En cuanto al repertorio, lo anunciado: una sucesión que intercaló temas de los discos El clan de la lucha y Tierra de Lobos, en dos tandas. La primera finalizó con el ya mencionado solo de batería de Arnau y, la segunda, con un solo de Niko del Hierro quien, encumbrado en si pedestal, hizo las delicias del público de las primeras filas.
En la tercera fase del concierto, cayeron No sufriré jamás por ti, del Secretos y Revelaciones; Acuérdate de mí, del Aeternus; Mi venganza, del Morir en el bien, Vivir en el mal; y un archiconocido Perro traidor (Mi ciudad) donde el respetable se dejó las cuerdas vocales para corresponder al esfuerzo notable de la banda.
Mención especial, en esta fase del concierto, al momento bajan a tocar entre el público; un círculo perfectamente improvisado, iluminado a base de móviles, en el que Saratoga tocó, a escasos centímetros, de sus fieles. La sonrisa de la gente, lo dijo todo: se los habían metido en el bolsillo.
Y así, tras cantar todos juntos el himno Fear Of The Dark en modo karaoke, se cerró la velada en medio de una ovación que no conocía límites en la que el público no abandonaba su metro cuadrado con la esperanza de que volviesen a escena otra vez los madrileños.
La música, ese arte que lo cambia todo, con cuatro notas bien puestas, si el oyente se deja llevar y participa, activamente, del espectáculo