A los amantes de la guitarra instrumental este disco les va a cautivar por su belleza y técnica, y es que este norteamericano ha logrado conjugar en nueve canciones una paleta de sonidos muy familiares y técnicamente ecléticos. Su apertura con la rápida y melódica “Between two worlds” atrapa desde su inicio, con uso de la palanca en fraseos que le dan mayor dinamismo, armonías subliminales que acompañan a esa batería indomable y un gusto excelente en la ejecución.
Le sigue la lenta y bella “Emergence”, muy en la línea de Andy Timmons, con sonoridades complacientes, dejando espacio al piano y a una batería de Mike Marrone envolvente, haciendo de ese crescendo un oleaje de buenas sensaciones; una de sus mejores composiciones.
Afincados en Londres, esta banda compuesta por instrumentistas de diferentes países nos entrega, en su primera larga duración, una más que agradable propuesta musical enrocada en el Avant-garde y dark ambient, una especie de minimalismo sonoro de rock.
Con un riff de guitarra monolítico la intensa, ruda y larga “1.8 billion light year structure” nos captará paso a paso, con la batería de Jacopo Pierazzuoli manteniendo una constante expectación durante esta primera parte de la canción; en su intermedio la calma se apodera con el cello de Jo Quail, para luego una frondosa capa de sonoridades revitalice su composición, llegando a las experimentaciones del space rock y despidiendo el tema en una catarsis sonora.
El duo escocés formado por Andreas Jonsson (voces y guitarra) y Ruaraidh Sanachan (guitarra, bajo, teclados y percusión) regresan después de su aclamado álbum de debut ‘Occultation’ que tantas alegrías ha dado a los seguidores de rock progresivo setentero. También se han acompañado para esta grabación de sus colegas Joe Gallagher (guitarra), Martin ‘Eggy Beard’ McKenna (Violin), Sondre Berge Endegal (bajo) y Stuart Coleman (teclados).
Abre el disco con el que fue su single de presentación “Jocker’s dance”, tema directo y muy pegadizo, con un estribillo muy logrado y ese interludio intenso; rock clásico sin estridencias, con la voz de Andreas melosa pero fuerte, un bajo con presencia y una batería muy orgánica.
Desde Australia nos llega esta tremenda banda de rock psicodélico con influencias muy británicas, con mucha actitud pero sin renunciar al pop lisérgico referencial de “brexitland”. Una pequeña pastoral “Enter the Woods” abre esta referencia musical, voces reverberadas y un órgano te elevan lentamente para descender sin descanso en “Trail to find”, single presentación infalible, con un bajo potente y un órgano hipnótico, acentuando esa sensación las voces melódicas; una canción pegadiza y trepidante, tanto por su estructura como por sus arreglos.
No dejan respiro y nos sumergen más en una espiral ácida con “Front row future”, con voz desgarradora y una guitarra que chirria por momentos, mantienen una lucha con la sólida base de bajo y batería. “Keep all the sunshine” es pop muy en la línea del sonido Manchester, con buenas armonías vocales y arreglos de guitarra preciosistas, haciéndose una escucha muy agradable.
Desde Finlandia llegan estos metaleros progresivos con ganas de asaltar tus oídos con unas canciones llenas de melodía y complejidad.
Su apertura con la trepidante y certero single “Alien reflection” llamará la atención en su primera escucha, primero por la variedad de registro vocal de Mikko Heino, y luego por el virtuosismo y la originalidad del guitarrista Pekka Loponen, que es acompañado en esta labor por Jesper Johnson; cambios de ritmo bien estructurados y grandes coros acompañan a la gran labor de Antti Ruokola tras la batería.
Llegó el momento deseado, después de tantas idas y venidas, dimes y diretes, alalimón pandémico, subidas y bajadas, expansiones y contracciones, fintas y paradas, de ponerse a la escucha del nuevo trabajo de los ferrolanos Malditos Pendejos, o sea, Tony Torres, Octavio García, Diego Díaz y Cristóbal Castro.
Con ocasión de la crónica del concierto que dieron en el Centro Cultural “Torrente Ballester” en mayo, previo a su salida para tierras murcianas a grabar el álbum en Niculina Records Studio con la producción de Santiago Campillo ya relaté un poco lo que sabía de las vicisitudes de este trabajo, afectado por la emergencia del Covid-19 que supuso un cambio radical de concepto de un álbum que se suponía finalizado en su composición a aquellas alturas. La banda realizó, en sus propias palabras, una auténtica criba de aquel primer concepto, de la que se salvaron únicamente tres temas, e incorporaron siete temas nuevos que reflejaban el impacto en su visión del mundo y en su forma de componer de los sucesos que estaban ocurriendo desde marzo de 2019.
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