La noche del primer viernes del mes resultó ser una de esas veladas rocanroleras en las que uno añora los gloriosos tiempos pasados. No por ello mejores, pero sí rebosantes de ese plus de energía que otorgan los años de mocedad y que ahora echamos tanto en falta.
Dos bandas se encargaron de avivar mis anhelos juveniles. Por un lado los capitalinos Automatic Lovers y por el otro los americanos Ravagers.
Rompió la noche el acelerado ritmo del cuarteto madrileño reavivando el imperecedero mito del “no future”. Arrolladores desde el inicio, los Automatic Lovers nos despacharon a golpe de trallazos perpretados con una solvencia que no se corresponde con su juventud. Vibratiors, New York Dolls, Heartbreakers,… resultaron excelentemente homenajeados. Sección rítmica poderosa, guitarra afilada y voz ligeramente tocada por una polinosis estacional tratada convenientemente con la correspondiente sobredosis del licor café del local.
Por poner un “pero” algunas paradas entre temas, solicitando refrigerios y otros asuntos mundanos, resultaron ir contra el manual del perfecto bolo ramoniano por aquello de la tralla ininterrumpida.
Tras haber publicado su primer single (Boston Brats/Who Cares If Tomorrow Comes) se encuentran ahora trabajando en lo que sin duda será un más que recomendable primer larga duración. Grupo a seguir de cerca. En definitiva un gustazo disfrutar del enérgico buen hacer de una banda ya imprescindible en la depauperada escena nacional del punkrock.
Al filo de la tercera caña llegó la hora de los cabeza de cartel: Ravagers. Desde Baltimore (Maryland) a Ourense en una gira sin fin por el viejo continente presentando su último disco: “On the Loose”.
La banda surge de la juvenil relación (instituto/pandilla) entre la voz y guitarra Alex Hagen y el batería Ray Petters a los que se les unen con posterioridad la guitarra de Matts Gabs y, en último lugar, el bajo del neoyorkino Sam Hariss. Actitud y aptitud desde que se suben al escenario. El postureo y la mala baba que cabe esperar de quienes militan en la liga de la insurgencia, de la rebeldía. Resulta curioso que no haya alcohol junto a los pies de micro, simplemente agua.
Se arrancan con el incendiario “Public Hell”, primer tema del disco que vienen presentando en donde despotrican contra el control y la represión. Continúan con “Down that Road” alegato contra la muerte. Las letras de sus canciones nos llevan por las peligrosa y oscuras calles de su ciudad natal, reflejando la decadencia urbana, la frustración y la violencia que la envuelve.
Caen versiones de The Lords and the New Church y de Slaughter & The Dogs. Son el producto de la conexión entre el punk clásico, el hardrock tempranero y el glamrock, sin perder el sentido de la melodía nos acercan a bandas como los Dead Boys, Turbo Negro o los primeros Hellacopters.
Los temas se van desgranando sin apenas interrupción. La voz suena brillante y precisa sobre la guitarra que rechina con crudeza y la fuerza del ritmo brutal marcado por el bajo y la batería. No prima lo técnico, sino lo visceral. Tocan como si en ello les fuera la vida. El bolo va a tal velocidad que al mirar el setlist del suelo me percato de que estamos en la recta final: “Suicide Bomber”, “Trespasser” and “Blackout” cierran definitivamente la hora y cuarto de entrega total, de reafirmación del legado del punkrock como refugio de la libertad en donde cada acorde es un grito de autenticidad.
Se acabó. Sonrisas de oreja a oreja entre la gente. Encantadores los componentes de la banda arremolinados entorno a la mesa de merchandising departiendo y sacándose fotos con todo el mundo.
¡Lástima que no me hayan pillado con veinte años menos…!