En la pasada edición del OUTONO CODAX FESTIVAL descubrí a NICK WATERHOUSE. Mi sensación, al acabar el concierto, es que la montaña de sonoridades que tenía en mi cabeza, en lo que respecta al cóctel entre soul y R&R, había crecido exponencialmente en tamaño y calidad. Al hablar de emociones y sensaciones, encontrar una sola palabra para definir aquello se me hace complicado pero, lanzándome al vacío, cuan triple salto mortal con doble tirabuzón, esa podría ser ¡BÁRBARO!.
En aquella ocasión, fue un compañero de CANEDOROCK el encargado de cubrir el concierto y esta crónica pretende ser un complemento de aquella, debido al corto espacio de tiempo que las separa. Podéis leerla pulsando aquí. El concierto esta incluido en el ciclo que evoca al 90º aniversario de la sala Capitol.
Nick se nutre de los clásicos básicos del soul y el R&B pero no se trata de una apuesta cómoda y segura, con composiciones estándar, sino que asume riesgos a nivel compositivo que se salen del patrón colgándose una medalla de oro con su, particular y sublime, “revival”.
Con estas credenciales, las expectativas eran elevadas y el artista no defraudó. Taciturno, se situó en el centro del escenario y, sin mediar palabra, comenzó a descargar toda su gramola que rebosa elegancia, buen gusto y calidad.
Temas a medio tiempo fueron los elegidos para colmar la primera mitad del concierto.
Comenzó a embriagarnos con la animada “Is That Clear”, de su primer álbum, “Time’s All Gone”, donde los cortes instrumentales conforman el esqueleto de la canción. Levantó el pedal con “Black Glass”, de su cuarto álbum homónimo, donde las voces de la corista se frisaban con la de Nick dejando entrever que ésta tendría un papel relevante en el espectáculo. Prosiguió con “I Had Some Money” de su tercer trabajo titulado “Never Twice”.
Llegados a este punto, percibimos que la sónica está cuidada y que no es fruto del azar. La mezcla se escucha a la perfección y, el ambiente que Nick quiere entregar en sus conciertos, está estudiado y analizado a conciencia. El volumen de los instrumentos, en especial la batería, es muy contenido sin rebasar ciertos umbrales. La mezcla es exquisita y Nick esta más afinado que un piano de cola sobresaliendo su satinada voz, que como es menester en el estilo, esta por encima de los demás instrumentos.
Continuamos con las lloronas “Medicine”, “Spanish Look” y “Silver Bracelet”, de su quinto álbum, “Promenade Blue”, donde los dos saxos barítonos enjuagan estos temazos que dejan en total silencio a toda una sala Capitol. Rompe con la contundente y rítmica “Vicentine” del mismo trabajo. Llego el turno de las tonadas “Hide And Seek” y “Play To Win” de su sexto y último trabajo “The Fooler” que lo ha situado en el panorama musical como un referente del soul y R&B actual.
Un amigo que llegó tarde al concierto, después de la escucha de dos temas, me comenta: “Esto es como estar en una película de Tarantino, solo falta la sangre y las cabezas rodando”, risas. No le falta razón, parte de su repertorio no desencaja, para nada, a ese respecto.
Para la ocasión, Nick estaba muy bien arropado por bajo y batería que ya lo acompañaron en el Outono Codax Festival, además de dos saxos de frecuencia baja. Teclista y corista, cierran el círculo, propinando la contra en las voces. Las seis cuerdas las cubre el propio artista encargándose de armonías y melodías con un gusto exquisito, con la consigna “de que menos es más”. Simplicidad y reducción a lo esencial que dotan a sus temas de los matices justos y necesarios. ¡Formidable!.
Cambió a una marcha más larga, con temazos como “Raina”, “Sleeping Pills”, “Songs For Winners” o la hilarante y desgarradora “I Feel An Urge Coming On”. La música es un espejo del estado de ánimo y toda la sala era un manojo de bailongos que no daban tregua. Para calmarlos y coger aire nos embelesó con “Thought & Act”, para volver por sus fueros más osados y gamberros con “Katchi”.
Nos encontramos en la recta final del concierto y la cortesía del público era manifiesta, con sonrisas infinitas que traían, a un primer plano, el hedonismo al que nos somete el artista en sus conciertos. Algarabía asegurada con “Some Place” y “Dead Room”, este último de su segundo trabajo “Holly”, con una sección de vientos trepidante y por momentos disparatada. Con “If You Want Trouble” y “This A Game” remató la faena estando ya todos unidos por un ideal llamado “Nick Casa de Agua”.
Nos dejó como llegó, sin aspavientos, pero, como no podía ser de otro modo, la sala era un clamor. No defraudó y piso de nuevo tablas con “Say I Wanna Know”, poseedora de un “groove” que se te mete hasta el tuétano, para concluir definitivamente con “Is That Clear” dejando limpia y clara nuestra moralidad musical.
Las canciones de Nick son pinturas sonoras donde hay un núcleo real que garantiza el movimiento. El respetable se convierte en electrones que pululan dinámicamente, alrededor del artista, generando una sensación de satisfacción que llena, por completo, la caja torácica. La acogida del público fue fantástica, como en anteriores ocasiones, por lo que deseo que nos tenga en cuenta y no pase mucho tiempo sin pisar la tierra de Breogán para inundarnos, de nuevo, con su intelecto musical. Nick Waterhouse ha quedado congelado “forever” en nuestro corazones.