Airbourne deslumbra al público de la Sala Capitol. Su líder, indiscutible, Joel O'Keeffe, lo hizo todo y lo dio todo para meterse al personal en el bolsillo durante toda la noche. Un concierto intenso cuyas entradas se agotaron hace meses y es que no todos los días llega a la ciudad un huracán de estas características...

CanedoRock estuvo allí y disfrutó, como un privilegiado más, del magnífico espectáculo. Ahora toca resucitar, en la medida de lo posible, lo vivido en el corazón de Compostela.

Viernes 14 de febrero, 19:25 horas. De verdad que eso de ser europeo es un tema complejo. Imagino que por motivos logísticos, la apertura de puertas, estaba programada para las 19:00 de la tarde y, el primer concierto, media hora después... No estamos acostumbrados a la claridad; uno piensa en concierto y ve la oscuridad de la noche, es parte de la magia, así que este horario resulta, en principio... raro. Si bien el argumento tiene poco peso al caer en la cuenta de que, en un festival, un concierto es cuando toca. Pues sí, conclusión: sin quejas, cualquier hora es buena para vestirse de música.

Al lío porque, tan puntual fue el inicio que, cruzar las puertas de la Capitol fue sinónimo de “joder, ya empezaron” y correr al foso. Pues ahí estaban, los británicos Asomvel, dándolo todo para una buena entrada... Esto es toda una fortuna, para un telonero, en esta ciudad (no somos de saltarnos las tapas).

Historia en un párrafo: el grupo londinense se fundó en los 90s aunque no sacó su primer álbum, Kamikaze, hasta 2009 y, cosas de la vida, un año después, su frontman, Jay-Jay Winter, muere en un accidente de tráfico. Entra Ralph, sobrino del fallecido, y la banda retoma la carretera firmando 3 discos más siendo el más reciente de 2019, World Shaker.

Total que sobre las tablas tenemos a una formación, con importantes influencias de Motörhead, que se gana, desde el primer instante, su derecho a compartir cartel con Airbourne. Y es que no entraron fríos, al contrario, les sobraba ilusión y no dieron tregua. Y eso que les tocó ocupar medio escenario, la parte delantera, el borde del precipicio, lo cual tiene la cara amable de estrechar lazos con el respetable y el inconveniente de no poder revolverse demasiado.

Ralph, el bajista y vocalista, firma una voz Lemmyosa que destila desgarros de whiskey y death metal a partes iguales, todo ello madurado en una reverberación oscura. Es la voz cantante (en todo), se pasea, una y otra vez, por el estrecho escenario interactuando, entre tema y tema, con un público que poco tardó en encajar de lleno, y ser partícipe, de las buenas formas de Asomvel.

Sin embargo, hay mucho más que contar de esta banda, al rock clásico se le suman corrientes metaleras y punkarriles que dotan al grupo de un carácter crudo, potente y pesado propio de los setenta; un sonido que crece en decibelios desobedeciendo las leyes de lo salubre.

El motor de esta máquina de vapor es su batería, Ryan. Es innegable que este hombre es un fanático de la pegada y sello de Vinnie Paul Abbott. Esos bombos que te ametrallan el pecho mientras los platos revolotean por tus sensores al son de una caja juguetona son, cuanto menos, panterosos.

En las guitarras, encontramos el sonido clásico de unos Marshall a pleno rendimiento y, al mismo tiempo, los coros que el público necesita para crecer. Lenny "The Sly" Scott es el veterano de la banda, se sumerge en la oscuridad del segundo plano para cruzar las tinieblas con sus solos wahwahizados al más puro estilo Kirk Hammett. Una pena que el sonido distase de la perfección y tuviéramos que intuirlos.

En la rítmica, completando el tándem, Daryl "Daz" White, lo vive y transmite ese “me estoy gustando” mostrando guitarra en alto, como los grandes, en momentos cumbre, y pegándose, como si de una trinchera se tratase, a las pantallas que transmiten sus pesados riffs.

45 minutos de reloj y cambio de escena. El personal ya estaba on fire y las barras trabajaban a pleno rendimiento para saciar la sed del gentío en pleno carpe diem.

Airbourne, vamos:

Hay un tipo de distorsión que tiene vida propia, palpita sobre el sonido impoluto, amenaza, continuamente, con desbordar cada rincón con su presencia y, sin duda, mantiene al oyente en una tensión salvaje, adictiva y objetivamente eterna. Para algunos un suplicio, para otros una forma de circular por la curva de la felicidad bajo el lema Rock & Roll: es el sonido acuñado AC/DC.

Y así estábamos, subiéndonos por las paredes, condenados gratamente en la espera, mientras en el hilo musical sonaban los Metallica y Motörhead. De pronto cae del cielo uno de los temas que más me motivan de AC/DC, Fire Your Guns. Tiene huevos, pienso, para un grupo que se define en los bares con un “son como AC/DC”, meter esa canción antes de saltar al ring... Pero es posible que tuviesen motivos para desafiar a la historia...

Me sacan de mis pensamientos, empieza EL CONCIERTO, telón Airbounero cubriendo la pared, todo el plató para ellos: el doble de amplis en escena, luces de fogonazo, coronando cada cabezal, y batera en el medio de semejante muralla digna de concierto VHS. Volumen atroz (estamos locos). En definitiva, despliegue artificioso de grandes del heavy.

Si tuviéramos que resumir a este grupo, sólo necesitaríamos dos palabras: Joel O'Keeffe. Dejemos a un lado que es el fundador. Este tío lo hace TODO. Corre como si lo persiguiese un asesino en serie. No me extraña que salga sin camiseta porque 2 minutos y ya es puro sudor.

Es la voz de Airbourne, una voz de raspa que encarna, lejos de toda incertidumbre, al espíritu del Rock & Roll. Es los solos, con esos bendings que hacen piruetas sobre la distorsión el tiempo necesario (no es Angus, no, pero bien). Y, sobre todas las cosas, es el Rey de la Fiesta para un público poseído por el dame MÁS.

Él se lo da con creces. De lado a lado, de atrás adelante, de abajo arriba, cabalgando la sala con su guitarra... Joel es absolutamente ubicuo, incluso repartiendo birras para el personal (qué puntería tiene el tío). Sus seis cuerdas no cesan de descargar trallazos, su voz atraviesa la estela marcada por la banda y sus ganas, joder sus ganas, libres de toda atadura y al margen de toda ley, sobrevuelan la Sala Capitol en busca de una atención que, a estas alturas, ya era legítimamente exclusiva.

Seguimos por orden de energía. En el bajo, una ciclogénesis llamada Justin Street. Yo diría que ya salió a escena haciendo helicópteros. Agresividad en estado puro, ritmo constante y sin fisuras, completa vocalmente la voz de Joel para otorgar a la banda australiana su propia identidad desmarcándola del mito.

En la rítmica tenemos a Damon "Bones" Kelly quien, a pesar de su buena predisposición y aptitudes, se ve relegado a un continuo segundo plano por un eclipse total llamado Joel O'Keeffe.

Completa la formación el hermano, Ryan O'Keeffe, sentado en la batería desde la fundación de la banda en 2003. Lógicamente es un pilar del sonido Airbourniano aunque no deja de ser evidente que no se aparta demasiado del guion de ritmos AC/DC másquemascados: trazos simples pero seguros y pulso de hierro, hace lo justo y tan necesario.

¿Qué temas tocaron? Pues hicieron un recorrido, intrépido, de una hora por las principales canciones de cada uno de los 5 álbumes que componen su discografía. La traca final, un bis que poco tardó en caer, y que vino acompañado de una sirena de amenaza de bombardeo en la guerra, fue de escándalo:

Removiendo cerebros hardrockianos con Live it Up, para enlazar con el credo, Rock and Roll For Life, y terminar prendiendo fuego a la sala con un Running Wild en el que, el solo de Joel y sus bellas artes, pusieron una birra en el gallinero y a toda la Capitol de rodillas, a dos riffs de marchar, ahí es nada. A golpe de caja, señalando a diestro y siniestro, consiguió un fervoroso último gracias de un público que no quería dejar la senda del Rock In The Night.

Mención especial la forma de presentar a la banda donde, el maestro de ceremonias, Joel O'Keeffe, sirvió un litro de whiskey-cola para cada uno de los miembros de la banda (y otros tantos litros que cayeron por el suelo en la maniobra).

Desde las antípodas, Running Wild para todos y un aplauso para los Airbourne

 

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