A principios del mes pasado se celebró la décimo novena edición del decano de los festivales de la música afroamericana en Galicia. Como es tradición, a modo de pequeño homenaje, en cada una de ellas se ha venido recordado a alguna leyenda del blues y en esta ocasión resultó Muddy Waters ser el elegido.
 
Dos veladas rebosantes de ritmo, creatividad y emoción de la mano de tres bandas consolidadas en el panorama del blues y del jazz nacional e internacional.

La primera jornada se desarrolló de la mano del bluesman ferrolano Victor Aneiros al que se le puede considerar como un clásico del certamen ourensano y del trío capitaneado por el trombón británico Dennins Rollins, volcado ahora en la fusión del jazz contemporáneo y directo, con toques de rock y generosas raciones de hard-funk. Una lástima no poder haberlos disfrutado.
 
El segundo de los días me tocó hacer “doblete”. Previo al show en el Principal, me acerqué hasta el Café Cultural Auriense en donde, de la mano de los gaditanos The Electric Alley*, retomamos durante casi dos horas los aires del más clásico hard rock setentero.* Al acabar, a todo correr, me desplacé hasta el teatro para gozar del sold out de Chris O`Leary y su banda.
 
Si alguna figura del panorama internacional debía estar presente en un homenaje a Muddy Waters tenía que ser el vocalista y armonicista Chris O`Leary. Su padre apareció un día por la casa familiar con el mágico Hard Again” (1977) y el vinilo funcionó como el resorte necesario para iniciar a un inquieto niño neoyorquino en la aventura de la música y en el amor por la armónica. James Cotton, Sonny Boy Williams, Little Walter,… harían el resto. Ellos fueron su referencia para aprenderlo todo sobre el estilo del blues de la ciudad del viento: Chicago.
 
El destino, caprichoso, quiso también que su padre y su tío le llevaran al que sería el primer concierto de su vida, en el Palace Theatre de Albany: The Band. Una reunión de los canadienses tras la grabación de “The Last Waltz” (1976), con Richard Manuel aún vivo. El niño, que disfrutó de una experiencia inolvidable, nunca se imaginó que con el paso del tiempo acabaría formando parte de la banda de quien aquella noche aporreaba la batería: Levon Helm. Años más tarde éste lo invitó a incorporarse a la banda residente de su local en New Orleans y Chris no pudo negarse. Abandonó su ciudad natal para instalarse a orillas del Mississippi y empaparse de la cultura dixie, su música y sus costumbres: las big bands, el zydeco, el jazz,… el sur le brindó una nueva perspectiva musical con la que completar su personal sello.
 
 
La tercera etapa en la formación musical de nuestro hombre se desarrolló tras el cierre del local en Decatour Street, con la gira de la mano de Helm por todo el país bajo el nombre de The Barn Burners y tras su posterior fallecimiento. Una aproximación al bluegrass y a los sonidos de los Apalaches, al country y a los cantautores americanos: Steve Earl, Townes Van Zant,… Una vida entera para forjar una personalidad y un estilo fruto del eclecticismo adquirido por inmersión a lo largo de la variopinta geografía norteamericana y por contacto directo con músicos idolatrados en un momento y asequibles en otro. Genio y figura...
 
Y así, con ese el saco lleno” que porta con orgullo, se dejó “saborear” el neoyorquino sobre las tablas de la Rúa da Paz. La sobrada experiencia le sirvió para conseguir que el otrora frío público ourensano se levantara de los asientos para disfrutar con la navaja suiza que resultó ser el set list de la noche. Dos horas intercalando temas propios con clásicos populares del blues, el soul, el country y el rock n roll: Otis Redding, Jhonny Cash, “Sugar Boy” Crawford, Solomon Burke, Wilson Pickett, Tony Joe White... y por supuesto, no podían faltar The Band (‘Up on Cripple Creek, Ophelia y The Weight).
 
Lo que podría haber derivado en una sucesión verbenera de hits interpretados de forma desangelada con mero fin crematístico, resultó ser una apasionada puesta en valor de una muestra de la mejor música americana del siglo XX gracias al excelente hacer de los músicos con los que se acompaña. En la batería Owen Eichensehr, al bajo Pete Kanaras, al saxo Andy Stahl y a la guitarra Pete Potaneous. Una banda curtida en mil batallas y en la que cabe destacar la incorporación del joven teclista Brooks Milgate, quien en su instagram deja constancia de su paso por nuestro teatro y su sorpresa por la presencia de un gran piano de cola Yamaha en el escenario del que supo extraer sublimes momentos.
 
En resumen, en estos tiempos tan convulsos de macrofestivales abarrotados y salas pequeñas vacías, la elección del señor Chris O’Leary y su banda resultó ser todo un acierto. Sonrisas de oreja a oreja en el puesto de merchandising, se despachó material como si no hubiera un mañana y el protagonista se dejó fotografiar con todo aquel que se lo solicitó.
 
Siete mil trescientos días implicados en mantener vivo un legado cultural básico en el desarrollo de las músicas actuales. Dos decenios intentando educar a la gente en el aforismo atribuido a Jimi Hendrix de que el blues es fácil de tocar, pero difícil de sentir”. Veinte años sin interrupción navegando entre las procelosas aguas de la promoción cultural y la administración provincial. Todo ello dice mucho de quienes desde el 2003 vienen año a año convocando a todos los ourensanos a la cita por excelencia con la música de raíz americana, con el blues. Ya queda menos para el vigésimo aniversario. Confiemos en que la colaboración siga funcionando para hacer que la próxima edición sea verdaderamente “la inolvidable”.