El pasado miércoles 2 de noviembre, arrancó en el Riquela Club una nueva edición del Outono Códax Festival. El primer concierto traía a la capital de Galicia a los americanos Daddy Long Legs. Allí estuvimos para disfrutar del directo y para dejar constancia de la crónica de una noche de rock con mayúsculas.

Noviembre, mes de magostos y níscalos y otras setas de temporada; mes que reparte las primeras lluvias, aunque la soberbia deforme profundamente el término, y donde, un “buen” día, te despiertas con un cambio de hora que siempre se apunta a la mesa cargado de mala baba.

Y sin embargo hace más de diez años que a mí, particularmente, al menos en esta ciudad, me surge de la nada otro tipo de recuerdo y de apetito, un hambre diferente en esta época del año, un deseo atroz y voraz de los que se escriben con vicio, premeditación milimétrica y oscura alevosía: hablamos del Outono Códax Festival que afronta su edición número 12 con la misma energía del primer día.

Con estos antecedentes, ya os imaginaréis que todo lo que aquí se exponga, además de subjetivo por derecho que me otorgo, estará intencionadamente destinado a engancharos al carro del hedonismo puro y duro que el ciclo musical lleva engendrando desde su primera edición. Al lío, que ya han llegado los Daddy Long Legs.

Pues había ganas, y no eran solo mías, días antes el Riquela ya había colgado un merecido Sold Out para el concierto de esta noche. Y allí estaban todos, no faltó nadie a la cita. Nada más entrar, en una mesa próxima a la barra, calentaba motores la banda, picando algo antes de pisar las tablas y, al fondo, en la “trastienda” en la que se celebran los bolos, se ultimaban los últimos detalles minutos antes de la hora señalada: las 20:30. Ojo que nosotros nos equivocamos ya que, en vez de tener delante esta escena que os comento, debería estar haciendo cola en la entrada trasera del local que es por donde se accede a este tipo de conciertos “multitudinarios”.

Salvamos los muebles y encontramos a tiempo la puerta correcta. Una versión curiosa del archiconocido tema principal de El Hombre y La Tierra (Excelentísimo Félix Rodríguez de la Fuente) nos esperaba al otro lado y sirve de excusa para pedir una caña y cruzar dos palabras con quien compartes metro cuadrado mientras se completan los escasos huecos, que ya se cotizan, y saltan a la palestra los cuatro componentes del grupo.

Daddy Long Legs, además de una araña de patas largas, es rotundamente y sin paños calientes Brian Hurd. Este oriundo de Missouri cuya sombra parece crecer hasta el infinito de la sala, gasta una mirada que se balancea eternamente entre el pique, la trastada y el desafío para buscar uno por uno a cada una de esas personas que conforman el público. No deja que desconectes del concierto y, para asegurarse de eso, dispone de una armónica que sopla con elegancia y virtuosismo (un arte que se está perdiendo, comentaba en una entrevista), un dobro del que se sirve con buen criterio cuando la ocasión lo requiere y una actitud punk que moldea una voz tan afilada como rasgada que perturba tu atención sin admitir alegaciones.

 

Esta banda arranca su andadura en 2010 en formato dúo, con el turco Murat Akturk a la guitarra como escudero de Brian, y posteriormente se convierte en trío con la entrada de Josh Styles a la batería. El primero aporta una sobria interpretación trabajando en las cloacas del ritmo, muy lejos de los focos, para crear una oscuridad donde lo sencillo se vuelve borroso manteniendo intactas las esencias del blues y del rock. Por su parte, Josh Styles es un sutil y vaporoso ser que se esconde tras unas gafas y un sombrero alado y que no duda en pulular por la sala dejando todo el protagonismo a un set de batería primitivo donde los tombs, el bombo, las maracas y otros elementos percuten, sin descanso, marcando una cadencia al servicio de la melodía cuyo efecto cala y centrifuga en el cerebro: boom, boom, boom, boom que diría el Señor Hooker.

De esta guisa habían pasado a trío, un trío macerado sin prisas ni presiones ni modas, desde la naturalidad más auténtica que sólo puede otorgar la carretera; durante tres discos que parten de lo más crudo, directo y garajero, el sonido evoluciona hasta un “donde todo se distingue perfectamente” pero que en ningún momento pierde las puras raíces del blues y del rock. Algo tiene que tener esta gente para haberse hecho un nombre en una escena tan poblada y prolífica como la de Nueva York.

No estaba completa la fórmula, algo faltaba todavía, por eso en el nuevo disco, que aún no ha salido a la venta, pero del que pudimos disfrutar en directo de su single Nightmare, se ha incorporado un nuevo miembro a los teclados: Dave Klein. Con este ingrediente, además de pasar al formato cuarteto, han ganado en atmósfera y en intensidad; Klein aporta garra y desvergüenza a las voces de Brian, aporta actitud y energía de alto contraste, taladra las teclas sin descanso y demuestra con creces que nadie puede decir que no sude hasta la última gota de concierto. 4, la perfección.

El resultado de este cóctel fue un auténtico vendaval de música que arrasó con todo; porque hay grupos que hacen magia en directo, ves los discos cobrar vida y sube de golpe la escalera del “punch” y las notas te envenenan inconscientemente: y es que no hubo lugar para el descanso en la Riquela esta noche. Hubo tiempo para un rock cercano a Elvis, para sentir la presencia de Dr. Feelgood en las piernas, para recordar que Jerry Lee Lewis ya no está entre nosotros, para que algunos disfrutaran, literalmente al oído, del blues añejo y reverberante de la armónica de Brian o para que Styles terminase en el suelo sintiendo de cerca el retumbar de la percusión en el trance de algún ritual zulú. Y la gente bailó, lo que su espacio vital les permitió, y gustó tanto la actuación como para que el bis no se hiciese de rogar y que la fiesta se alargase lo suficiente para que, el último trago, tuviese un sabor a trabajo bien hecho. Es cierto que Daddy Long Legs se alimenta del público, os lo confirmo.

Hay noches donde ese “trabajo mañana” se renegocia en tres compases y nadie sale perdiendo.

No olvidéis que este Outono Códax Festival simplemente acaba de empezar y que todavía estáis a tiempo de disfrutarlo en directo.

Próximo miércoles día 9: Bart Davenport a las 20:30 en Riquela Club.

 

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