Miércoles 9 de noviembre, una semana después del ciclón “papá piernas largas” nos encontramos retomando el Outono Códax Festival y, de nuevo, con cartel de sold out colgado en la puerta!: Santiago está sediento de bolos.

En esta ocasión, bajando revoluciones, tocaba recibir en la misma sala, en el Riquela Club de Santiago de Compostela, al californiano Bart Daventport, un cantautor que gusta de lo pausado y delicado, de esas historias que hablan del ahora enmarcadas en un mundo aparentemente ficticio que resulta familiar.

En parte se agradece la calma ya que, la semana que viene, el festival estará cargadito de conciertos por lo que es importante coger fuerzas y respirar un poco de música que invite al descanso antes de la deseada tormenta. Ojo, abonos y entradas están volando literalmente, apurad los tiempos.

Hablar del concierto de Bart Davenport en el Riquela no me va a resultar nada fácil. Al margen de que su estilo quede relativamente lejos del propósito de esta web, tampoco sería un artista habitual en mi lista de reproducción. Sin embargo, hay motivos para lanzarse a la aventura: me gusta tanto el mundo de la fusión como el de lo progresivo y, en ellos, siempre puedes caer, de repente, en un paraje musical que dista bastante de tus etiquetas favoritas; y es entonces cuando contextualizas, relacionas y tratas de entender otras formas de componer. La diversidad es enriquecedora.

Por lo tanto, me parece sano, por un lado que en un festival haya cierta variedad, precisamente porque quizás la música que más disfrute no sea, por lo general, la del “gran público” y no por ello debe estar condenada al vacío; y, por otro lado, creo que es necesario salir, de vez en cuando, de la zona de confort, musical en este caso, para crecer en la melomanía y reconocerte en lo inesperado. Y a veces te sorprendes, descubres y funciona. Vamos allá que me disperso.

Bart Davenport no es la primera vez que visita estas tierras, ni mucho menos. No obstante, yo lo he descubierto en este ciclo por lo que, la semana anterior al concierto, se convirtió en una especie de estudio acelerado de su discografía. Este nativo de Oakland, California, se formó en la escena blues y garage de los 90 americana formando parte de la banda The Loves Ones para luego iniciar su carrera en solitario con el lanzamiento de sus dos primeros discos, Game Preserve (2003) y Maroon Coon (2005). Es en estos álbumes donde me habría gustado encontrar a Bart en directo, ya que se aprecian sus raíces musicales, tienen ese punto de inocencia de quien inicia una nueva etapa, lo cual a veces resulta en algo fresco, y denotan un conocimiento de la música que se convirtió, con el tiempo, en clásicos de los años setenta. Este comentario no es una queja, el señor Davenport es un artista que va evolucionando con cada disco, sin miedo a un cambio de aires porque, al final, en cada uno de ellos deja siempre su sello y lo identificas inequívocamente.

Y es que, si hay algo importante a destacar de este hombre, es su capacidad para crear un estilo personal en el que, paradójicamente, las melodías te van recordando a grandes clásicos musicales de diversas épocas. El caso es que, en esta ocasión, venía presentando su nuevo disco Episodes en el que parece dar un giro hacia un pop más sesentero. De cualquier manera, aunque sus notas suenen a un pasado lejano, ese pasado tiene un halo de presente con un sonido claro, sofisticado y actual. 

Davenport se presenta en el Riquela Club ocupando él solo el escenario, en esa siempre valiente tarea de afrontar un lleno absoluto únicamente armado con una acústica y un micrófono. Sin demasiados preámbulos, inicia el concierto con It`s You, tema que también abre el nuevo álbum, y, en pocos acordes, logra tanto el silencio como la atención de todos los presentes. No está al alcance de todos callar de ese modo una sala y eso hay que valorarlo. A ello contribuyó el buen trabajo desde la mesa de sonido de Martín Esturao.

A lo largo del concierto, se suceden casi todas las canciones de este su octavo álbum, Episodes; con Alice Arrives demuestra que se puede llenar un escenario con muy poquito, con Billionaires se pone de manifiesto su vertiente más social y combativa, con Strange Animal nos lleva al terreno de lo existencial y, en Naked Man, aprovecha para contarnos qué historia esconde esa letra y hacer un comentario para la reflexión, “qué extraña es la gente de Santiago”, para luego añadir un “y bonita...” despertando curiosidad, retranca y risa generalizada en la sala.

Bart es un músico que acaricia la melodía para que no moleste al oído; de su estilo se podría decir que es sencillo, cristalino y elegante y es por eso que resulta agradable en el directo. A nivel instrumental alterna entre una acústica y una española que porta a una altura dylaniana y que pilota cual rifle americano en plena cacería; siempre observador es raro que se aleje demasiado del micro; de actitud sobria, en apariencia, y cercana en las palabras cuando las cruza con el público entre tema y tema.

Durante el concierto, en cada canción, parecen surgir diferentes influencias convirtiéndose en motivo de breve comentario entre los presentes: el me recuerda a Paul McCartney, a Neil Young, a Love, a Cat Stevens, a The Kinks, a Caetano Veloso e, incluso, a Lou Reed, escuché decir en la recta final de la velada. A menudo cuesta no enmarcar a este hombre en la escena europea y, en particular, en la británica. Pero lo que está claro es que estos nombres dan buena cuenta del abanico musical que maneja para crear algo propio en el que, todas esas pinceladas, se vuelven homogéneas para describir el “Bart Davenport puede ser muchas cosas según a quién le preguntes”.

Y hubo sorpresa, tiempo para que saltase a las tablas un clásico de la escena compostelana: el músico e investigador Alfonso Espiño quien, a pesar de haberse accidentado la mano el día anterior, no dudó en compartir escenario durante unos minutos con el californiano, a quien admira profundamente y conoce desde años ha, para cantar un tema de Buffalo Springfield (banda trampolín de artistas como Neil Young).

Y así, tras un bis en el que sonaron versiones de The Zombies y The Stranglers, un caluroso aplauso ponía el punto y final a una noche tranquila y agradable de Outono Códax Festival.

Os recordamos que tanto las entradas como los abonos de los próximos conciertos siguen disponibles así que, si aún no lo habéis hecho, estáis tardando si no queréis perderos el resto del ciclo donde aún quedan muchas cosas por vivir y por contar.

Próximo miércoles día 16: Jesper Lindell Band a las 20:30 en Riquela Club.

 

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