Dejando las distintas y peculiares poses, más o menos forzadas, de los pioneros en los sesenta sobre el escenario, posiblemente la noche en la que Pete Townshend rompió de manera accidental el mástil de su guitarra contra el techo de la Railway Tavern en Harrow no fue consciente del acto icónico que acababa de parir y que acabaría incorporando en los siguientes shows de su banda.
Decidió que el deshacer su instrumento podría constituir un símbolo de la energía y la pasión que debían acompañar en adelante a los shows de los Who. Una manera de quebrar el convencionalismo y elevar el espectáculo a otro nivel. Acababa de introducir la escenografía y un estilo propio en el mundo del rock and roll. Eso sí, reventar un amplificador a guitarrazos es una cosa y los efectos pirotécnicos, los maquillajes exagerados, tirolinas e inflables circenses, son otra.
Nunca fui especialmente devoto de las formaciones en donde lo visual compita distrayendo la atención del público con lo verdaderamente importante del show: la música. No citaré bandas por no herir sensibilidades. Debo de reconocer también que, sin militar en la cofradía del progresivo en algún momento de mi juventud tuve mi etapa breve pero intensa de inmersión en la música experimental. Siempre he sido más de temas accesibles con un enfoque más directo, más simple. El final de los setenta y los primeros ochenta marcaron definitivamente mis gustos musicales.
Aún con todo lo apuntado, me acerqué al Teatro Principal para disfrutar de una velada musical de esas a las que hay que ir más por obligación que por devoción. Dada la nula actividad cultural desarrollada por la administración en mi ciudad, me considero comprometido con el apoyo a toda iniciativa que apueste por la cultura en general y en particular por la música.¡Ojala todas las obligaciones fueran como ésta! El show de Carducci y su banda acabó haciéndome desempolvar el viejo “Seilling England by the Pound” nada más llegar a casa. ¡Cuánto tiempo hacía…!
El concierto dio comienzo con la sala completamente a oscuras mientras el sonido del dial de una radio navegaba entre emisoras descubriendo éxitos rocanroleros. Se hizo la luz y apareció el "Equipo Fantástico" sobre el escenario de un teatro con media entrada, mezcla de fans de viejo y curiosos atraídos por la reputación del primer espada. Carducci pospone las presentaciones para más tarde y la banda va al grano desde un primer momento dejando claro el porqué son considerados como uno de los grupos con más talento dentro de la escena del rock progresivo actual. Suena “Slave to Rock n Roll”, convertido ya en un himno para la banda, el hard se mezcla con el glam potenciado por vigorosos riffs de guitarra y una poderosa base rítmica. Toda una declaración de intenciones para romper el fuego. La banda va desgranado un repertorio que deambula entre la caricia envolvente de los teclados de Cédric Selzer y la dulce voz de Mary Reynaud, y la complejidad de las guitarras de Barth Sky y el propio Carducci, siempre completados con la ajustada base rítmica de Lea Fernández. Temas largos, cambios de ritmo y variaciones instrumentales. No se inventa nada nuevo pero lo que se hace se ejecuta a la perfección. Los músicos a nivel individual son excelentes, pero juntos crean una química impecable para llevar así al público a través de paisajes sonoros cautivadores. Entre tema y tema, Franck a pesar de las dificultades idiomáticas (uno de los grandes handicaps del show al no entender las letras de las canciones y no poder relacionarlas con la puesta en escena ) no duda en interactuar con el público, bromeando e intentando convertir el escenario en un espacio para compartir. Cae en acústico y en solitario una versión del clásico “Wish you were here”.
El enfoque escénico de los shows de Carducci y su banda los hace únicos. Las caracterizaciones de los músicos, los juegos de luces y la teatralización de las canciones hace que la magia visual complemente a la perfección a los temas que se van desarrollando añadiendo valor al conjunto. “The Angel” y “Alice’s Eerie Dream” son buenos ejemplos de ello. Cada tema es una historia en si mismo, con arreglos complejos, cambios de tiempo sorpresivos y solos que dejaron boquiabierto al respetable. El show llega a su fin con la banda cantando a capella (“On the Road to Nowhere”) con el público puesto en pie.
Para los amantes del rock progresivo, fue una noche inolvidable. Para los nuevos fans, una revelación. Y para todos, una confirmación de que el espíritu del música de los 70’s sigue vivo, evolucionando y sorprendiendo. Volverán por estas tierras para dejarnos su excelente espectáculo y, aún mejor, ese espíritu humilde de trabajo y satisfacción por lo bien hecho que a ellos les hace enormemente felices y tan bien comunican a quien los ve.