Volvemos a recomendar otro luminoso y cálido disco para escuchar en verano, a cargo de Beachwood Sparks, este conjunto angelino formado en el año 1997 y que cuenta con cinco Lps como cinco soles.

Hoy nos detenemos en su tercer álbum, “The Tarnished Gold”, publicado en el año 2012 por el influyente sello discográfico Sub Pop y que supuso su regreso tras diez años sin nuevo material de estudio. Una obra perfecta e indispensable para todo amante del rock americano, del pop pluscuamperfecto, de las sonoridades añejas más psicodélicas y del country crepuscular. Y complicado lo tenían después de editar su segundo cancionero (“Once We Were Trees”/2001) que es otro de esos discos que siempre me acompañan en la época estival y que resultó ser uno de esos descubrimientos, que en cierta manera, me marcaron para siempre.

La esencia se mantiene y la producción continúa siendo brillante (nunca mejor dicho). Una obra que transporta espiritualmente al oyente a la Costa Oeste californiana de la época más hippie de la música popular. Melodías etéreas y sedosas, con protagonismo especial para la pedal-steel-guitar y para las guitarras de sonoridad Rickenbacker; dulces armonías vocales y cálidos pasajes psicodélicos, que producen un efecto balsámico en el oyente. Y apunten estos tres ases de calidad como claras influencias: The Byrds, Buffalo Springfield y The Flying Burrito Brothers. Y otras más actuales como pueden ser The Sadies y The Coral. Poca broma.

El disco se abre con la oportuna pieza titulada “Forget The Song”, que sirve como carta de presentación del “viaje” que nos espera a través de estas trece pistas: exquisitos y cálidos medios tiempos para observar el paso del tiempo con detenimiento y con deleite, sin prisas. “Sparks Fly Again”, es uno de los numerosos temas con estrella de este álbum; un ejercicio de clásico country-rock, con un estribillo que remite a The Beach Boys y una ensoñadora travesía psicodélica años 60s de casi un minuto de duración, hasta que te despierta y vuelves a la felicidad surfera del estribillo. “Mollusk”, nos presenta un tema de oscura melancolía teñida de azul, y que remite a ese otro grupo imprescindible, como son los canadienses The Sadies. “Tarnished Gold”, que da nombre al disco, es otra joyita, que por su simpleza y evidencia melódica, parecimos escuchar en otras muchas ocasiones, pero que conserva ese efecto balsámico del que hablaba anteriormente, para sumergir al oyente en un remanso de paz del que es difícil salir. “Water From The Well”, es uno de esos temas “menores”, que si tuviera que ponerle nota, quedaría en un meritorio notable (así de altas son las valoraciones de estas canciones). “Talk About Lonesome”, es uno de los temas en donde se respira un aire más tradicional y sin el ácido sabor que tienen otros temas. Y si de evocación hablamos, con “Leave That Light On”, ya podemos oler la sal marina, sentir el sol en nuestro cuerpo y si nos despertamos de la siesta, podemos ver incluso a los surfistas pelear con las olas. La placidez echa canción. “Nature´s Light”, es la canción más tierna y melancólica del disco, en donde Beachwood Sparks desarman nuestras emociones. Y ahora llega “el pero”, el pequeño bache o punto negro existente en este conjunto de perlas musicales, que no es otro que el tema “No Queremos Oro”, una pieza de aires tex-mex, que en otro grupo de canciones más heterogéneas o de naturaleza más diversa no desentonaría tanto, pero que en un álbum tan uniforme como este no pega demasiado, incluso ya no por el cambio de estilo, sino por la “rudeza” de su sonido y la manera de cantar de los integrantes. Pero pronto se recuperan con el tema “Earl Jean”, que resulta ser uno de los sencillos del disco, en el que el sonido de las guitarras eléctricas se vuelve más metálico (incluso más brillante) y que remite a esa banda “mater” como son The Byrds e incluso con ecos de Tom Petty. “Alone Together” recuerda a algunos temas de Nacho Vegas, pero por supuesto sin la oscuridad del asturiano, mientras que la movida y animada “The Orange Grass Special”, es la canción que mejor recoge el espíritu de esa banda seminal del country-rock, llamada The Fliying Burrito Brothers (con el gran Gram Parsons al frente). Y esta obra finaliza con “Goodbye”, una adecuada y delicada nana, con la que Beachwood Sparks se despiden de nosotros.

Continuo con mis proposiciones, para que algún promotor se digne a traerlos a España, porque si realmente logran sonar como en disco, Beachwood Sparks en directo, pueden resultar una “delicatessen” apta para los gourmets musicales más exquisitos. Delicioso e imprescindible.

 

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