SÓLSTAFIR

Después de unas cuantas escuchas, queda claro que empiezan un viraje, pretendiendo iniciar una nueva etapa manteniendo su sonido ya característico, y encaminándose hacia terrenos más rockeros y ampliando su espectro musical.

“Akkeri” abre con sus diez minutos este prominente viaje de sensaciones, siendo single del prelanzamiento; lenta y atmosférica en su inicial minuto y medio, desemboca en una avalancha sonora con Aðalbjörn Tryggvason (Voz, guitarra), Sæþór M Sæþórsson (Guitarra), Svavar Austmann (Bajo), Hallgrímur Bárðdal (Batería) a pleno pulmón, destacando este último con sus dibujos y precisión, ocupándose Svavar de redondear toda esa fuerza sonora.

Tryggvason mantiene ese sentir vocal que le hace tan reconocible, equilibrando la balanza las notas que desprende Saepór, sobre todo cuando ese interludio te sumerge en pasajes auditivos reverberantes y etéreos, pasando luego a una simbiosis entre el metal y el postrock cargado de melodía y efusividad, y finalizando con esa repetición hasta clavarse en tu mente.

Más crudo suena el riff inicial de “Drýsill”, un tema muy Sólstafir slow burn, jugando con un inicio lento, disfrutando del saturado bajo de Svavar cubriendo la voz melódica de Tryggvason a la vez que Saepór dibuja notas brillantes ante tanta pesadez, con esas pequeñas subidas de tono hasta que llegan los arreglos de cuerda, clarividente ante la cabalgada final. Las cuerdas abren la sensible “Rökkur”, con el bajo y el piano dando apoyo ante la llegada de ese lento remolino sónico, con un Tryggvason recitando con sentimiento sobre esa hipnótica y circular guitarra saturada, aumentando esa sensación de opresión emocional según se entremezclan los desgarros con los susurros vocales hasta su final delirante.

La sorpresa llega con “Hell fall from grace”, una pieza interpretada en inglés, con una letra muy triste inspirada en el sufrimiento de una enfermedad mental; fue también single (supongo que para abrir mercado), reflejando el estilo propio de Sólstafir, siendo su tema menos arriesgado musicalmente.

Abrasan con su vuelta a los origines en la intensa “Dionysus”, una mezcla de black metal sin gran saturación, heavy metal clásico y post rock emocional, con una cuchilla en la garganta Tryggvason, un bajo que cabalga y redondea las estructuras, con las guitarras jugando con las texturas sonoras y una batería de Halgrímur muy dinámica.

“Til Moldar” la podría firmar Sigur Rós, un tema lento y cálido, siendo el más corto del disco aun supera los cuatro minutos; se disfruta por alejarse de su sonido y estilo, donde Tryggvason y Halgrímur destacan sobre el resto, dejándote una sensación final de relajamiento sensorial.

La trilogía final es lo mejor del álbum y es donde radica la virtud de esta obra, encontrando la llave por dónde pueden continuar en un futuro. “Alda Syndanna” se abre con un riff pegadizo de Saepór, para luego el bajo de Svavar hacerse con el control junto con la melódica voz Tryggvasson; jugando con ese riff pegadizo en siguientes partes, suben gradualmente la intensidad hasta esa eclosión final, dejándote luego de su escucha un regusto al Neil Young más distorsionado y melódico, pero con el estilo tan personal de la banda y en particular en la voz de Tryggvasson, siendo para mi su mejor tema y otro potencial single.

No te recuperas de ese feeling cuando un piano blues abre “Or”, otra joya que se sacan de sus sombreros estos forajidos islandeses; sí, blues con todas las de la ley, con un tempo y una profunda saturación que eriza la piel, recordándote a Rival Sons o al nombrado Young, poseedor de un lick intuitivo y efectivo, arrastrándote hacia ese final épico donde la atmósfera creada te atrapa en un estribillo sempiterno del que no quieres salir.

La última pieza, “Ülfur”, profundiza en su sonido más grueso, cercano al Stoner, con una pesadez sonora en sus riffs y una estructura que varia en tiempo y forma, con el bajo de Svavar como pieza fundamental en el sonido, dejando a las guitarras de Saepòr y Tryggvasson el peso de la composición y con el mejor solo del disco; toda la banda está perfecta, y que con ese final se convertirá en un clásico suyo.

Portada y libreto soberbio. Producción excelente. No alcanzará el estatus de obra de culto como Ótta y Köld, pero mantiene el pulso, llegando a igualarse a Berdreyminn y Svartir Sandar.           

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