Pasaron más de diez años desde su última actuación en esta sala, de aquellas resurgían de sus cenizas con un recopilatorio y presentaban al nuevo batera Manu. Ahora con cuatro discos más en estudio, tocaba hacer balance de esta nueva etapa con un set list centrado en ella y presentar su última obra Elegía. Medio aforo cuando acababan su set Bon Vivant, y es que uno se lía en los bares compostelanos con ‘picheleiros’, y no llegas a tiempo para ver a los primeros. Un escenario sobrio, como referencia principal la batería de Manu, el resto cuatro torretas de luz y a cada lado un telón. 
 
Pequeña intro y cae “Mi heroína” para que los oídos atrapen ese impactante sonido que desde siempre tutela Alberto Seara (el quinto elemento). La voz de Carlos es uno de los sellos de esta postal sonora, sigue erizando pieles y algún pellejo. Más bombástica entra “Elegía”, con esa pegada de Manu impulsando un tema que por momentos parece desfallecer, y en el que tanto Jorge como Benardini alargan sus brazos para conectarse con el público. “Vulcano” provoca el primer síntoma de conexión directa entre los de abajo y los de arriba; sin duda es de lo mejor de ese álbum homónimo y de la discografía de estos madrileños, y en directo recoge sus frutos. Carlos se dirige con agradecimiento a todos los presentes, y anuncia “Blancanieve”, y aquí todo suena perfecto, ya da igual lo que vayan tocar que tu cabeza ya está enganchada a ese espectro sonoro; Jorge ya está entrado en calor junto con su hermano Carlos, falta soltarse a Benardini.
 
 
Aunque no he escuchado del todo su última obra, “Máscara de hierro” me pareció mucho mejor presentado en directo que en su disco Elegía, sonando algo más siniestra, con la voz de Carlos más melódica y unas guitarras más duras, disfrutando mayormente por esa potencia con control de Manu. Presentan “La araña” y atrapan al público con ese ritmo contagioso, agitando los brazos un Carlos Escobedo sonriente cara los de abajo, recibiendo de estos sus cuernos complices.
 
 
Si luego avisan de que “Tic, tac” flotará sobre sus cabezas, la respuesta es inmediata, gargantas oxidadas expulsarán con mayor o menor fortuna palabras, lamentos y algún quejido, mientras algunos pelos se agitarán o simplemente se erizarán. Difícil lo tuvo “Verona” para cautivar a los presentes luego del ejercicio anterior, que aun siendo de lo mejor de Elegía, esos riffs pesados y los efectos sonoros, junto con cambios de ritmo bien ejecutados, fue un respiro para algunos. Nada que ver con “Sombras”, que siendo muy directa y potente, fue acogida con mayor luminosidad por el público, quizás debido a que un Bernardini ya había puesto la directa y se intercala la posición con Jorge Escobedo, dando respiro a un Carlos muy intenso.
 
 
Su apuesta sonora en su nueva obra tiene su cúspide en la magistral “El día de la liberación”, con un Carlos entregado a la mayor, rozando la afonía, mientras notas entre el público que es un tema bien avenido. ‘Mírame, y dime que ves….’ Y la sala explota sin remisión, “El hombre de hielo” llega para derretir los corazones a los más incrédulos que se acercaron a verlos esta noche, repartiendo calor humano desde abajo a los de arriba.
 
Fin de la primera parte, porque Sôber manejan el tiempo y las emociones como pocos.
 
 
Así cuando unas pocas luces iluminan parte de la sala, suena "Estrella Polar" y Carlos nos rodea con su voz y el público lo acompañamos en su paseo hasta la mesa de sonido, mientras el resto de la banda está sentada en el escenario, con Manu Reyes instalado en un pequeño kit; tener cerca a Carlos cantando este bello tema hace más grande la interpretación, la respuesta está en el público. Ya todos en el escenario, le sigue “Eclipse”, un esfuerzo para darle hueco en el set, pero que se queda sin la recompensa debida, cosa que sí obtiene “La escalera” con esos arreglos y melodías trepidantes, ayudada sin duda por una dramática interpretación de Carlos que captura la atención de los presentes. Aplausos y otra pequeña parada. Fin de la segunda parte.
 
 
A la tercera va…….Morfología, y en capsulas, un poco de “Abstinencia”, un poco de “Caída libre”, otro poco de “Condenado”, una dosis pequeña de “¿Qué hice mal?” y la letal “Loco” me deja un sabor agridulce, me perdí la gira de revival del disco, (también la gira de Sôber, Savia y Skizoo) aunque en mi memoria siga grabado su bolo en La Iguana de Vigo recién sacado Sintesis.
 
 
Última parte. El final se acerca, y cuando Carlos canta ‘Arrepentido, sin un motivo….’ ya no hay gargantas oxidadas, solo una voz de voces llenando el espacio de la sala, una necesidad de expresar lo que hace ya veinte años se compuso y que el tiempo no borrará en las mentes de los presentes. Para sumergirnos más en esa marea de sentimientos, “Naufrago” navega impecable en su ejecución ante los presentes, algunos abrazados a sus compañeros de velada, otros ahogados en sus bebidas. Momento de despedirse acompañados de su gran amigo Alberto Cereijo a la guitarra, que como hicieran en ese mismo escenario la última vez, “Diez años” vuelve crear una catarsis generacional que une brillantes cabezas con cabellos devastados por el tiempo, suspirando y gritando a los sueños perdidos, erizando la piel y las arrugas, y sobretodo, respirando vida.
 
 
Sôber siguen siendo la apuesta segura en el directo, dejando a un lado su mayor o menor acierto en sus últimas obras, demostrando que sus canciones superan la prueba en sus actuaciones. Siempre es un placer estar en esa prisión de sus directos.