Retorno a territorios canedianos, vuelta al rock ferrolano, de aquella manera, con las limitaciones que esta situación finipandémica (esperamos) nos impone y las incomodidades, pero también oportunidades, que ello supone. Ya lo decía mi yo prepandémico: “los problemas son posibilidades”. Así que aquí estamos.
Los caminos se cruzan de formas que a veces parecen predeterminadas, al modo de ese “Crossroad “de Robert Johnson. La última crónica que hice para esta web justo antes de declararse el primer estado de alarma fue el concierto de Santiago Campillo en La Room el 7 de febrero de 2020 y desde entonces inmersión sin directos, excepción hecha de una escapada en el corto respiro de principios de verano en la misma sala para ver a Tony Torres y Octavio García y tomar una pequeña bocanada de aire rockero que nos aliviase. Por aquel entonces Malditos Pendejos ya tenía avanzado su nuevo albúm y planeado entrar a grabarlo con Santi en Murcia. Pero llegó el Comandante Covid-19 y mandó parar.
El grupo ha vivido en este tiempo su propia travesía del desierto cual profeta bíblico. La primera víctima fue el álbum tal y como estaba concebido, pocos temas de los inicialmente pensados parecen haber permanecido tras el parón, por el contrario ha sido totalmente revisado y redifinido con las nuevas experiencias y circunstancias. Por otra parte, esas mismas circunstancias han hecho mella en el grupo y han obligado a cambios. De atrás ya venía la incorporación de Diego Díaz para reforzar las guitarras, pero además los problemas de espalda obligaron al insigne Maikel Rodeiro a decir basta y colgar las baquetas. El grupo consiguió un sustituto de amplias garantías en Cristóbal Castro que prácticamente ha debutado en directo en el concierto que nos ocupa. Finalmente, crowdfunding de por medio, el grupo salió para tierras murcianas para grabar con Santi Campillo su nuevo trabajo, que inicialmente se iba a titular “Amores Pendejos”, pero que con las transformaciones obligadas se titulará “Revivir”, muy apropiadamente para los tiempos que corren. Así que mientras escribo estas líneas ya estarán de vuelta de su aventura.
Pero antes de todo esto, comparecieron en el Centro Cultural Torrente Ballester, para presentar ante su público los temas de su nuevo artefacto. Aunque el aforo total de la capilla del Torrente no estaba cubierto ni mucho menos, el “sold out” del cartel si era cierto, ya que todas las entradas que era posible vender con la normativa anticovid en uso fueron adquiridas. Emocionados los componentes del grupo ante la perspectiva de volverse a subir a un escenario e ilusionado el respetable por poder asistir de nuevo a un evento en directo, aunque fuese limitado y sentado religiosamente en sus escaños. Allí estaba yo, con la primera dosis de Pfizer circulandome por el metabolismo, y mi cámara, mirándonos el uno al otro extrañados -colegaaa, tu por aquiiiii-.
Empezaron una verdadera tormenta, truenos y relámpagos descargaron desde el escenario sobre la platea. Los protagonistas fueron los temas de nueva composicion: “Un ser salvaje”, “Así me quiero yo”, “Corazones rotos”, “Que pare el mundo”, aunque sin olvidar alguna composición de “El Puto Rock and Roll” como “Hey Johnny”, “La barra número 3” o la ya clásica “Vuelvo a la ciudad”. Que iba yo pensando mientras trabajosamente recordaba cómo diablos se tiran fotos, que me parecía que si el primer trabajo sonaba rockero y fiestero, este siguiente me barruntaba que iba por derroteros que sin dejar de lado el estilo, tenían toques más reflexivos, crítico-sociales y ácidos. Todo ello como conclusión provisional surgida a vuelapluma de un directo, que aún tenemos que ver el resultado final, una vez pasado por el estudio y en la producción de Santi Campillo. Ellos mismos han afirmado en algún momento que este nuevo repertorio bebe en influencias más variadas.
No podía faltar “Espacio sideral”, el tema que ya habían adelantado unos días antes como videoclip en sus redes sociales y que desde mi punto de vista lo tiene todo para ser un pelotazo, con ese toque pop-rock de las producciones de calidad a caballo entre los 80 y los 90. La fiesta continuaba con “Que pare el mundo”, la homónima del disco “Revivir” y “Nacer para beber” entre los cánticos, coros y palmas del público animado. Aun falta tiempo para que podamos entregarnos como posesos al ritmo endiablado con alaridos, contoneos, contorsiones, saltos y meneos. Que lo de quedarse angelicalmente quietos y reposados no es propio de nuestra natural disposición y propensión.