Volver a Salason en medio de la semana para repetir por segunda vez con la misma banda en menos de un año, y regresar a casa a las dos de la mañana para estar medio despierto en el curro al día siguiente, tenía que tener premio: con Laurence Jones lo tuvo.
 
La noche no iba a empezar con buen pie, imponderables de la carretera en su viaje desde la capital hicieron que el concierto se retrasara más de lo previsto.
 
Montar, cenar y probar, todo en un abrir y cerrar de ojos. Eso sí, los sinsabores de la espera se diluían en el mismo momento en que los músicos hicieron acto de presencia, los mismos con los que el talento de Liverpool se dejó ver en su última visita a la sala Capitol en Santiago: Bennet Holland, teclado y voz, Phil Wilson, batería y percusión y Greg Smith, bajo.
 
El tarro de las esencias se abría con What would you do?. El primero también de los cortes de su nuevo trabajo, causa y efecto de esta nueva gira: The Truth (el quinto en su prometedora carrera, ¡y dicen que no lo hay malo!). Grabado en los estudios que la multinacional Sony tiene en Miami. El concierto a medida que iba desgranando el nuevo material dejaba más patente la nueva producción de Gregory Elias y Juan Mario Aracil.
 
Al apuntar hacia el mercado americano nos presenta unos temas más cercanos al pop y al rock que al sonido del Delta. Laurence se ha volcado ahora hacia la conquista de nuevos adeptos a la causa con una fórmula que seguro funcionará en aquellos que aún no le conocen, pero que causa resquemor en los que le seguimos desde el inicio de su carrera. La gran voz de Laurence, perfectamente arropada por las de los otros miembros de la banda, pasa a protagonizar cada corte dejando la guitarra en un segundo plano, a diferencia de los discos anteriores.
 
La genialidad en el directo hace que las carencias del disco se resuelvan a golpe de entrega y virtuosismo. El británico lo pasaba bien y la sala lo notaba. Los temas, de entorno a los tres minutos en el disco, se estiraban ahora en el tiempo ganando en poderío y frescura gracias a las improvisaciones y guiños arquetípicos del blues blanco británico, que en el formato digital se echan de menos. No podían faltar en la noche los ya clásicos en su repertorio como Thunder in the sky, What’s it gonna be? o la emocional Whisper in the Wind dedicado a una gran amistad perdida siete años atrás. Y por supuesto, las versiones de turno, esta vez con Hendrix como gurú (All along the watchtower).
 
El bolo terminaba con Laurence por encima de las cabezas del respetable, guitarra en ristre y sonrisa de oreja a oreja que no abandonó al músico en toda la noche. El público de Salason es uno de sus favoritos y él se encargó de hacérselo saber uno a uno a quienes se le acercaron una vez terminada la fiesta.
 
Prometió volver…
(Si el ineludible éxito se lo permite)