Lo que pasó el último fin de semana de octubre quedará para siempre entre esos recuerdos que, con el paso del tiempo, se comentan con los amigos. No importa cuántos años pasen ni cuántas versiones aparezcan; quienes estuvimos allí sabemos que fue real, que lo vivimos.

Y ahora, mientras desempolvamos recuerdos y sonrisas, vale la pena volver a contarlo. Porque algunas historias, por irrepetibles, merecen ser recordadas. No podía dejar de escribir sobre ello ahora que el año está próximo a rematar.

Imagínate: ¡Diego “Lestrato” celebrando el medio siglo…! Dicen que llegar a los cincuenta es un logro de por sí, pero él decidió que no era suficiente con llegar. Tenía que celebrarlo por todo lo alto. Programó dos días de cerveza, camaradas y rock n roll para crear un evento único, como dicen mis colegas de andanzas: “festaza”: el Corenta e Dez Fest.

Comenzó todo el viernes por la tarde en el local ya habitual para los conciertos Lestrato, el Auriense. Puntuales a la cita, los Stormseeds cumplieron con la difícil tarea de “descorchar la botella”. La banda metalera de Maceda se subió al escenario y los que desconocíamos a la formación nos sacaron de dudas al instante. Actitud, buenos temas y una química entre los componentes que se nota, de esa que no se ensaya, se tiene. El público responde, las cabezas se mueven y el aire se llena de distorsión y adrenalina. Potente muro de sonido sobre el que destaca la portentosa voz de Alfredo Egaña. No se podía haber elegido mejor forma de abrir el festival: poderoso rock sin filtros. Dejan al respetable satisfecho y preparado para el siguiente asalto.

Los Electric Black se subieron a continuación al tablao para cerrar la jornada del viernes y demostrar por qué su nombre resuena con tanta fuerza en la escena del hard rock británico contemporáneo. El cuarteto de Hertfordshire, en sus estancias previas en la península, había dejado un buen sabor de boca y ahora volvía con la necesidad de presentar en sociedad su nuevo LP, “Late Night Lighting”. Hard rock de alto octanaje que sabe mezclar los clásicos sonidos de los años setenta con la energía del metal actual. Se mueven entre la crudeza y la sofisticación impulsados por guitarras potentes y una descomunal base rítmica. Impresionante la pegada de Matt Butler a la batería y Ryan Trotman al bajo. Jonny Bryant a la guitarra solista evidenciando una técnica impecable y un directo trabajado al detalle. Mientras al frente de la banda, con una voz cautivadora y una fluida y equilibrada guitarra rítmica, Alistair Shiach. Hora y media de sudor y diversión con buenos temas propios y versiones (Thin Lizzy, Motorhead…) Dejaron muy buen sabor de boca y ganas de más madera con un bolo que combinó potencia, elegancia y un muy buen rollo a todos los que allí nos concentramos.

       

       

El sábado la celebración se trasladó a la acogedora Rebullón en Mos. Comenzó todo con una banda no prevista en cartel, The Brooklyn Gorillas. Venían a sustituir a las ourensanas Distance Sisters quienes, por problemas de salud, no pudieron sumarse a la celebración. La banda viguesa integrada por músicos de sobrada experiencia en la escena musical local, se encuentra en plena fase creativa preparando lo que será su primera grabación de estudio. Nos ofrecieron un repertorio lleno de energía y buen gusto combinando temas propios con versiones de clásicos del rhythm and blues y el country. Bolo fresco y elegante de una formación a seguir y de la que esperamos noticias en breve.

Había ganas, muchas, de volver a ver por estas tierras a los en un tiempo conocidos por The Kleejoss Band. Los antes cuarteto son ahora un power trío, tras el “paso a un lado” de la guitarra de Andres Mcmalo. Su marcha ha dejado un hueco que lejos de restarles fuerza, parece haberles empujado a tocar aún con más garra, como si cada nota tuviera que llenar ese espacio vacío dejado por el benjamín de la banda. Los ahora Kleejoss, desde el primer acorde, dejaron claro que lo suyo sigue siendo “rock y nada más que rock”, esa frase de la que han hecho bandera durante más de diez años de carretera. Una década celebrada recientemente con la publicación del directo, “Live X”, perfecto resumen de su trayectoria. Pocos grupos pueden presumir de una trayectoria tan sólida, tan sincera, tan cargada de verdad. Una de las bandas del top diez nacional, sin lugar a duda.

     

Despliegue total de aptitud y actitud. Veteranía, pasión, amor incondicional por el rock americano, el blues rock y el rock en general que les ha caracterizado siempre. Sin artificios ni adornos, solo los tres músicos entregados al público, con un sonido crudo, directo y honesto. Las explosiones de solos de guitarra, pura dinamita, demostrando que el fuego continúa encendido y esperando no se apague nunca, a pesar de que han decidido parar y darse un tiempo. Sudor y amplificadores al rojo vivo.

En el momento más álgido del show nadie esperaba lo que estaba por venir. Oscar Avendaño se sube a la tarima. Sin avisar. Sin presentación formal. Guitarra en mano y sonrisa cómplice con el grupo. El tipo se enchufa, mira al batería y se arranca con el salvaje riff de Rockin’ in the Free Worl. La sala hierve. Coros exacerbados. Después de esto, ni un respiro: arrancan con Baba O’Riley y pura magia. Fluye la energía de los grandes momentos, de los especiales, de esos que quedan en la memoria para siempre. Fue el tipo de jam que te recuerda por qué amamos el rock, salvaje y con alma. Una conexión total entre músicos y público, fue como si todos estuviéramos tocando sobre las tablas.

¿Qué les deparará el futuro? Nadie lo sabe, pero está claro que donde haya un escenario, un ampli y una cerveza fría, los Kleejoss — en la formación que resulte finalmente — siempre tendrán un lugar.

Los mejores deseos para ellos.

The Bateleurs fue la banda seleccionada para cerrar el evento. Volvían por tierras gallegas con un nuevo disco bajo el brazo: “A Light the Darkness” y un nuevo componente en la formación, el guitarrista Ricardo Galrao. Los lisboetas ofrecieron un concierto que recordó por qué el rock de los años 70 sigue siendo una fuente inagotable de inspiración. Su sonido, fuertemente influenciado por bandas legendarias como Led Zeppelin y Deep Purple, no busca imitar ni reconstruir el pasado, sino darle un giro personal al género. Y lo logran con creces.

Desde el primer tema, el grupo mostró una química impecable, fruto de muchos años de experiencia en los escenarios y estudios de grabación. Son músicos profesionales independientes, acostumbrados a tocar con algunos de los mejores artistas portugueses, y esa soltura se nota en cada compás. Su versatilidad es evidente. Pero lo que realmente distingue a The Bateleurs es su forma de entender las canciones. No las tratan como piezas fijas, sino como entidades cambiantes, las modelan para la ocasión. Esta filosofía se percibe en el directo: cada tema respira, se transforma, crece con la energía del público. No hay rigidez ni repetición, sino un diálogo constante entre banda y audiencia. Todo envuelve y adorna la extraordinaria voz de Sandrine Orsini. Lo que se vivió en Mos fue una experiencia orgánica, llena de intensidad y autenticidad. En tiempos en los que muchas propuestas suenan fabricadas en serie, los portugueses apuestan por la esencia: música real, interpretada por músicos de verdad, con alma, con riesgo y con pasión. Un recordatorio poderoso de que el rock, cuando se toca desde el corazón, nunca pasa de moda.

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No fueron días cualquiera. Celebramos los cincuenta años de alguien gracias a quien los escenarios han temblado, hemos levantado copas y movido la cabeza al ritmo del mejor rock and roll. De alguien que siempre tiene una historia épica que contar, una banda nueva que recomendar y un plan nocturno que remata cuando la noche termina.

Gracias por seguir apostando por la música real, por esas luces, guitarras y riffs que nos hacen sentir vivos. Que sigan los conciertos, las giras improvisadas y los brindis después del último bis.

¡Salud por Diego, por su pasión y por todo el ruido que todavía queda por hacer! ¡Por otros cincuenta más!