Viernes 26 de noviembre, tercer asalto del “Outono”: Carlos Childe y la NOLA Brass Band. Al caer la noche el adjetivo gélido parece querer instalarse en la capital de Galicia, secuelas de confinamiento, pienso yo. Sin embargo, es bien sabido que cuando uno traspasa las pesadas puertas de la Sala Capitol la temperatura corporal se acomoda asentándose en el pensamiento y regocijo de unas notas que se amontonan ansiosas en los pasillos de entrada del pabellón auditivo de cualquier ilusionado asistente del Outono Códax Festival que se precie.

Noche de viajar con la mente a Nueva Orleans, noche puramente nacional en la que Galicia y Madrid se dan cita para escribir de la mano, en forma de banda, a su manera, con vientos, cuerdas, percusiones de múltiples calibres y estilos varios un sentido homenaje a una ciudad en la que las partituras sobran y donde el compás nunca se interrumpe. A veces música es soñar despierto pero hay que tener ganas.

Nueve en punto, más o menos, Carlos Childe y su banda salen al parque de juegos musicales. Lo primero que destaca de este hombre es su sonrisa y su simpatía de serie, nunca las pierde, y se contagian con facilidad a través de la mascarilla. Tanto es así que durante todo el concierto lo que mejor puede sentirse es el buen rollo que hay entre los miembros del grupo. Y esto se nota, se traslada al público y retorna al origen con más fuerza: el poder de la comunicación musical.

Carlos Childe

Y hay que echarle humor para arrojar toda la profesionalidad que esta gente sí tiene para abrir una velada en la que, a esa hora, una pobre entrada amenazaba con enfriar toda melodía surgida en el ambiente. Nada más lejos de la realidad. Hagamos un inciso para mencionar la inexplicable y maldita costumbre compostelana de saltarse buena parte del telonero: minuto de silencio por esta lamentable decisión, me ahorro el aplauso de sarcasmo y corro un estúpido velo.

Entremos en materia, ¿quién es este señor? Carlos Childe es un músico gallego que “ya era alguien” antes de coger un banjo, fue el único telonero de John Mayall en España en la gira de 2011, algo tendrá. Un buen día de 2015 decidió trasladarse a Nueva Orleans a comprender los entresijos de la magia que brota en el delta. Fruto de ese viaje se pasó al banjo, él era guitarrista y nada malo como podréis descubrir en sus anteriores discos: Cooking Melodies y More Nights Than Days, y fue a través del banjo como se adentró en las profundidades de la infusión musical de Nueva Orleans. De vuelta en España se junta en Madrid con una tropa de músicos de nivel, algunos de ellos gallegos, y, como quien no quiere la cosa, les gusta el resultado de esas risas compartidas y graban el disco que esta noche nos viene a presentar: Where Y’at.

Sobre su experiencia en la ciudad americana, decía Carlos recientemente en una entrevista algo que, en mi humilde opinión, debería hacer pensar a cualquier músico de la escena nacional e incluso aplicarse en cualquier otro ámbito (al menos artístico):

“Lo fácil que es entablar relaciones con músicos allí. Todo el mundo está abierto a colaborar. La competencia es positiva, nadie se pisa”.

Nada que añadir.

Esta banda en directo debe de ser lo más parecido a asistir a un funeral de Nueva Orleans (oda al humor negro), una fiesta sonora y agradable al oído en la que los instrumentistas, elegantemente ataviados para la ocasión en su traje y corbata, insuflan recuerdos de un jazz de los años 20 tan inmerso en la tradición popular que resulta tan fácil como automático degustarlo siendo acto reflejo su digestión y comprensión inmediata.

La voz de Childe es de barrica de roble, un tanto Dylaniana, no levanta la voz más de lo necesario y marina cada final en un salto de línea que se envuelve en carcajada comedida, a veces desmedida, nunca innecesaria. “Si no os gusta, bebed un poco más”, comenta mientras esboza complicidad.

Batería y contrabajo forman una amalgama de sabores, y es que en las baquetas está uno de los mejores bateras de la escena nacional, el gallego Fernando Lamas, y se entiende a las mil maravillas con Paolo Furio Marasso a las cuatro cuerdas; la melodía la lleva Marcos Prieto al clarinete, es el encargado de que no decaiga la sucesión de notas pero siempre saltando sobre un colchón mullidito de arpegios rigurosos que Julio Martín confecciona estoicamente y sin inmutarse al piano. Cierra el tándem Giorgio Gallina con un trombón que recita la atmósfera deseada en cada instante y al que Carlos acerca su oreja de vez en cuando para reposar su fantasía.

Acogedor, familiar y casero diría yo que fue esta actuación, un lujo con etiqueta galaica que esperemos nunca deje de brillar por estos lares.

Segundo acto: NOLA Brass Band. Donde NOLA es un acrónimo en el que se unen el nombre de la ciudad (Nueva Orleans) y el estado al que pertenece (Luisiana). Los madrileños asaltan con fuerza y decibelios resultando en un sonido arrollador de Mardi Gras en el que destaca, por encima de todo, la potencia inconmensurable de la tuba de José Luis Martín aunque Rubén Cuadrado a las baquetas no le pega con suavidad, precisamente. Sobre esta sólida base se articulan dos flancos de vientos perfectamente alineados, y es que tanto Josué García (trompeta y arreglos), como Santi Vallejo (trompeta) y Fran Sánchez (trombón) por un lado, como Martín García (saxo tenor) y Dani Herrero (saxo barítono) por otro, no dejan de picarse en solos y articulaciones que reflejan la espectacularidad sonora de sus respectivos instrumentos dando el aire Nueva Orleans que la ocasión requiere y merece. Mi gozo en un pozo.

Experience. El ingrediente “secreto” de esta noche se refiere sin tapujos al repertorio sobre el que gira esta sonoridad misisipiana que no es otro que la figura del más grande de todos los guitarristas de la historia: Jimi Hendrix (venga que esto dará para un debate). Es momento para que el rock y el blues más sicodélicos se fundan en los vientos más festivos del delta para pasar desapercibidos y escandalizar al más puritano de la sala.

En la voz y la guitarra encontramos al líder de la banda, Agus Alonso. Lamentablemente la presencia de la guitarra en el sonido fue bastante menor de lo esperado ya que, como nos comentaba el madrileño tras el concierto, perdió todo su equipo en una inundación; calamidades de artista de carretera que no resultan más que en una mera anécdota ya que el resultado del conjunto madrileño estuvo a la altura de las circunstancias y hasta en las últimas filas se palpaba el buen sabor de boca dejado con su actuación.

El archiversionado Fire da el pistoletazo de salida a una sucesión de temas en la que clásicos básicos de Hendrix como Foxy Lady, Purple Haze o Little Wing y otros menos conocidos como Stone Free se mezclan con otras vertientes más funky del proyecto Back From New Orleans de esta banda como Cissy Strut (The Meters) o Charlie Dozen (Dirty Dozen Brass Band). Y es que la “suerte” de poder conjugar estos mundos aparentemente dispares, reside en los arreglos de Josué García que permiten a la banda mantener un estilo fiel a la ciudad que les presta su nombre y homenajear al mismo tiempo a grandes figuras como Hendrix.

Y casi sin darnos cuenta llegamos al final. NOLA amaga con abandonar el escenario pero se establece rápidamente una negociación con el público: “6 más”, se escucha en las primeras filas provocando el giro inmediato del cantante para dejar su “ahí me has pillao” y sacar a paseo el pique más sano que uno se imagine. No se hacen de rogar más y arranca el primer bis: Hey Joe y Voodoo Child hacen las delicias de los más devotos de lo Hendrixiano mientras el respetable se degusta, sin despegar ojo del escenario, lo que aparentemente era la última ronda de la noche.

Segundo bis: lo inesperado. Pues sí, segundo bis, pedíos otra y luego gloria. Ya era hora de volver a esa preciosa normalidad en la que los artistas bajan del escenario para pasear su música entre el público. Un auténtico placer escuchar a estos metales tan de cerca, detalle que los asistentes agradecieron formando un corro en torno a los músicos (manteniendo la seguridad en todo momento), culminando dicho acto en una cerrada ovación mutua que sellaba la agradable relación que los madrileños establecieron con el público a raíz, entre otras cosas, de este bonito gesto en el que se demuestra el verdadero lugar para una Brass Band: por las calles y entre la multitud.

¡Esto no ha terminado aún! Agus se arranca en solitario con la guitarra en un escenario repleto de luz, regresan los músicos a las tablas y se pone fin al concierto con una canción más que salpica de agradecimiento el final de otra noche de éxito y buena música en uno de los mejores ciclos musicales de Galicia: Outono Códax Festival.

Como siempre, un auténtico placer, cubrir este evento. Gracias.

Recordad que el Outono Códax Festival todavía tiene muchas cosas que ofrecernos: Theo Lawrence, Néstor Pardo y el gran broche final con Big Daddy Wilson y Aurora Nealand así como otras actividades paralelas que podéis consultar en la web o el Facebook del festival.

 

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