Nacido en Glasgow, Escocia y desarrollado profesionalmente como músico en Reino Unido, el señor Knopfler, guitarrista, compositor y fundador de “Dire Straits”, deja caer en Europa su último álbum: “Down the Road Wherever”, un trabajo grabado en un estudio de los rincones más escondidos de la capital británica y cuyo título, se puede ver reflejado también en el nombre de la gira.

En mi llegada al “Coliseum”, me vi obligado a ser un poco analítico con la situación a la que me enfrentaba. El “parking” estaba a reventar a cuatro horas antes del show y a dos de la apertura de puertas; una cola inmensa tanto en taquilla como en la entrada; música proveniente de la “soundcheck”; afición internacional con camisetas de la gira y anteriores. Más o menos como me esperaba.

Los problemas al conseguir la acreditación, me hicieron acudir a un par de bares para matar el tiempo, donde casualmente, sonaba una lista de reproducción de los clásicos de Dire Straits. Todo el mundo estaba pendiente del evento. Por lo que veía a mi alrededor, era como que la gente tenía varias funciones: unos hablaban del artista entre sorbos de cerveza; otros se entretenían discutiendo grada o pista como la madre que le discute al niño si cuchara o tenedor; los terceros, se puede decir que se entretenían escuchando la música de fondo a la par que veían el partido.

Volví al lugar del crimen y automáticamente me asignaron la acreditación. Nos dieron las indicaciones a los fotógrafos y me di cuenta de que aún tenía unos veinte minutos por delante; aproveché para ir calentando la cámara. Empieza el concierto; luces fuera y sonido dentro. Rugían los nervios por ver a uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos.

La leyenda escocesa toma su posición en el centro del escenario mientras un técnico le da su herramienta de trabajo. Con él, sale a la batería, Ian Thomas; Danny Cummings, con la sección de percusión menor; Glenn Worf, bajo y contrabajo; Jim Cox al piano; en la sección de viento, encontramos a Mike McGoldrick con la flauta, Tom Walsh a la trompeta y Graeme Blevins al saxo; por último, acompañando la guitarra de Mark, con instrumentos de cuerda, tenemos a Richard Bennett como guitarra rítmica, John McCusker con un violín y un lirio, y Guy Fletcher con un lap steel, variando estes la posición del escenario.

El sentimiento de “Romeo and Juliet”, la imaginación de “Once upon a time in the west”, la esencia de “Silvertown blues”, la potencia de “Money for Nothing” y la grandeza de “Local Hero”, fueron, entre muchas otras, las principales causas por las que el “Coliseum” rugió a más no poder, aunque también es necesario destacar la ausencia de algunos clásicos como “Sultans of Swing”, “Walk of Life”, “Tunnel of Love” o “Brothers in Arms”. Que no os domine la imprudencia, porque pese a la falta de éstos,  seguramente sea el mejor espectáculo de su carrera. También debemos resaltar en un hueco a los técnicos de sonido e iluminación; personalmente, de lo mejor que vi y que escuché en mi vida. Por lo demás, estamos hablando de Mark, sobredosis de guitarra y de música garantizada.

Por suerte, antes de acabar el concierto, entre escabullidos, empujones, codazos y malas miradas, tuve un hueco en primera fila que, claramente, era para mí la oportunidad de oro para poder disfrutar lo más cerca posible del artífice. Sin duda de las mejores experiencias musicales que han quedado grabadas dentro de mí.

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