¿Qué mejor que hacer en un descanso entre semana que ir a la Sala Son de Cangas do Morrazo a un concierto de Rock? Pocas cosas, ¿verdad?
 
Dos bandas francesas Komodor y Moundrag eran las protagonistas de la noche. Totalmente desconocidas para mi pero con unas referencias del compañero Tito que sirvieron para que me uniera rápidamente a la expedición ourensana hacia la Ría de Vigo.
 
Buena entrada para estos tiempos, aunque a nadie le habría importado que viniera algo más de personal. Aun así eramos más que suficientes para dar calor a las bandas que en unos minutos se subirían al escenario de la Sala Son para compartir sus canciones con nosotros.
 
 
Los primeros en salir a escena fueron Moundrag. Un duo de hermanos que tocan el órgano y la batería prescindiendo del resto de instrumentos que se supone necesita a una banda de Rock. La verdad, no se echaron de menos.
 
Los hermanos Goellaen crean una amalgama de sonidos con sus respectivos instrumentos, unido a un gran trabajo vocal de ambos, que no necesita de más instrumentos para transmitir toda la esencia del Rock.
 
Del Rock de los 70. Su sonido cabalga entre Deep Purple, inevitable comparación, Uriah Heep o Yes. Hard Progresivo, Rock Psicodélico, Experimental, estilos por los que el dúo se pasea magistralmente con unas composiciones que te hacen vibrar.
 
Si a eso le añadimos la actitud cómplice de locura y desenfreno que desde el minuto uno imprimen los dos hermanos a su puesta en escena, buscando continuamente la participación del respetable e interaccionando con él, tenemos todos los ingredientes para disfrutar de un gran concierto.
 
Remataron su actuación tocando un último tema con Goudzou, bajista de Komodor que se unió a ellos en la locura final rememorando su proyecto Komodrag And The Mounodor con el que actuaron en la última Trans Musicales de Rennes.
 
Sin duda un gran descubrimiento al que seguir.
 
 
Si Moundrag ya nos había hecho revivir musicalmente los años 70 lo de Komodor fue todo un viaje en el tiempo. Imagen, actitud, sonido, realmente parecía que estuviésemos viendo a coetáneos de Grand Funk Railroad o MC5.
 
Su música bebe de ellos y de todo el Rock Psicodélico de la época, eso si, sin dejar de aportar su propia personalidad a un sonido muy trabajado que hizo disfrutar, y mucho, a todos los presentes en la Sala Son.
 
Tres guitarras que daban contundencia a su sonido, con un gran trabajo vocal de su bajista Goudzou y su guitarrista Slyde apoyados desde atrás por su batería Ricky haciendo coros. Encomiable todo el trabajo instrumental del quinteto que también buscó la complicidad del público en sus canciones haciéndonos participes de ellas en muchos momentos.
 
Venían con las canciones de su último disco “Nasty Habits” recién salidas del horno y en ellas basaron su concierto aunque sin olvidarse de las incluidas en su homónimo Ep de debut.
 
Para el final nos regalaron una sorpresa y tras unos minutos de parón para reordenar el escenario las dos bandas se despidieron de nosotros con, casi se podría decir, un nuevo concierto con los siete músicos desatados y el público a sus píes disfrutando de sus canciones en un fin de fiesta apoteósico.
 
Concierto para el recuerdo que no dudaríamos en volver a repetir como se presente la mas mínima ocasión. No siempre se pude viajar en el tiempo.